sábado, 13 de junio de 2009
Deja de mentir. Deja de sentirte culpable. Vive para ser feliz.
¿Recuerdas cuando éramos niños? Nuestros padres sabían lo poderosa que es la culpa como herramienta de manipulación (así haya sido para educarnos), y la utilizaban con frecuencia. Por ejemplo yo recuerdo a mi mamá luchando para que comiera –como es el caso de la mayoría de los niños-. Ella me decía: “Uy, mira como te ve ese señor, va a decir QUE MALCRIADO ESE NIÑO QUE NO COME LO QUE LE DA LA MAMÁ…” De esta manera me sentía culpable y comía. O a cuantos no les dijeron que hay muchos niños que se mueren de hambre; o les recalcaron el esfuerzo enorme que hacen los padres para traer un plato de comida a la casa… en fin.
Cuando uno se siente culpable se vuelve vulnerable. He trabajado con adolescentes casi toda mi vida. Una de las herramientas más efectivas que utilizan las chicas que se quedan embarazadas de los novios es decirles: “Bueno pues ahora ándate. Total ya conseguiste lo que querías. Ya tuviste sexo conmigo y me imagino que ahora vas a hacer todo lo que hacen los demás cobardes… huir”. Acto seguido los muchachos se están casando y años más tarde se divorciarán. Casi es una regla.
Como es una herramienta tan poderosa la utilizan los gobiernos, las iglesias y las empresas. El poder utiliza la culpa para sustentar su permanencia. El presidente, sea quien sea, te dice que si no sigues votando por él y los de su partido, volveremos a lo mismo de antes, refiriéndose a las cosas malas. ¿Te has percatado que ningún político reconoce las cosas buenas de la oposición? ¿Crees que es coincidencia? No. En época de elecciones todos te piden el voto a través de hacerte sentir culpable de la crisis del pasado. En realidad no te culpan directamente a ti sino a los políticos por los que tu votaste en el pasado… es decir, no es lo mismo pero es igual.
Los empresarios hacen lo mismo. Los comerciales de TV y de radio están plagados de culpables que hacen las cosas mal hasta que viene el “héroe” que utiliza una determinada marca. Así es como se hace, NO POR COINCIDENCIA, sino con un propósito: que compres. La culpa funciona. Uno de los negocios de mayor crecimiento en la actualidad son los gimnasios y los productos para adelgazar. Ellos saben como jugar con tu culpa. Si por ahí te comes un pan demás o un chaulafán, explícitamente te dicen: “No te sientas culpable” pero entre líneas te dicen: “Siéntete culpable y sin carácter, por tu falta ahora compra.” En los gimnasios veo a muchas mujeres con complejos de culpa tratando de hacer en un día lo que dañaron en una semana. Me he entrevistado con algunos nutricionistas y el resultado es el mismo. Ellos dicen (si no me crees conversa con alguno) que sus pacientes necesitan sentirse mal, sentirse culpables para que el doctor juegue un papel parecido al de un padre que los regañe. Entre los que utilizan los servicios de nutricionistas encuentras frecuentemente la expresión: “Mi doctor me prohibió… pero no creo que se de cuenta”. Necesitan alguien para COMPARTIR LA CULPA.
Pero es la religión la que más ha utilizado la herramienta de la culpa para hacer que la gente sea “fiel”. Mira, “porque pecamos fuimos destituidos de la presencia de Dios”, es decir, somos culpables hasta de las faltas de otros. Hay iglesias donde se justifica la pobreza con la culpa: “No tienes porque no diezmas” o “No tienes porque has de estar en pecado”. En las religiones, incluso en las piadosas como en el budismo, hay que purgar la culpa. La iglesia Católica vendió espacios en el cielo (La famosa venta de las indulgencias) para los que se sentían culpables y querían llegar al cielo “sin escalas”. Pero la religión tiene un agravante y es el de compartir sus culpas con Dios. Creen que deben hacer algo por su prójimo pero como el día que fueron a dejar comida justo el prójimo no apareció, pues la culpa (o el propósito, como te sientas más cómodo en llamarle) es de Dios. Entonces se utiliza el viejo adagio popular: “Dios sabe como hace las cosas.”
El cristianismo plantea como un pecado las relaciones sexuales prematrimoniales. Alguna vez leí una estadística que me dejó perplejo. El 70% de jóvenes cristianos ya no es virgen. ¿Saben lo que significa esto? Por un lado que los jóvenes viven con fuertes complejos de culpa: le fallaron a Dios, a sus padres y a sus líderes. Eso disminuye su autoestima. Por otro lado, al ser un pecado no lo pueden hablar normalmente. Formamos una sociedad hipócrita. Finalmente hay quienes callan, es decir mienten. Pero lo peor es que si les preguntas te dirán que es un pecado tener relaciones prematrimoniales, osea muchos se impermiabilizan. Siguen hablando para afuera así su interior sea totalmente lo contrario.
Pero qué hacer. Lo que llegué a entender es que yo formo parte de un todo. No soy un individuo solitario. Soy un engranaje dentro de la gran maquinaria. Lo que me pasa a mi le afecta a un conglomerado. Por eso decidí ser honesto. No se imaginan ustedes los problemas que he tenido por serlo. El poder nos enseñó que de vez en cuando hay que mentir. Ellos a través de los medios de comunicación y los púlpitos nos mienten todo el tiempo. Es “lícito” mentir. Es más fácil el fallar a una cita y decir que había un tráfico increíble que decir que no tuve ganas y por eso no fui. El ser honesto me ha hecho ver que nadie merece que yo le mienta. Por eso de ahora en adelante cuidaré más mi boca y mis acciones. Ya no hago lo que hacía antes. Recuerdo que la palabra “no” no formaba parte de mi vocabulario. A la pregunta: ¿puedes ayudarnos con…? Mi respuesta era sí. Pero fallé a un sinnúmero de cosas. Hoy en cambio digo: “déjame pensarlo y te aviso”. Suena más ofensivo pero soy honesto. En mi vida en general me ha servido. Te invito a que dejes de mentir por una semana y te darás cuenta de que te resulta sumamente difícil. Muchas de las cosas que vives son mentiras cimentadas en otras mentiras. Para decir una verdad tiene que caerse todo un castillo de naipes y eso es tenaz.
A una cristiana que me atormentaba con el mensaje de culpa un día le pregunté que si ella amaba a Dios sobre todas las cosas. Su respuesta, sin pensar, fue que sí. Pues con sus hechos, de ahí en adelante, le demostré que no. Lo mismo te digo a ti. ¿Amas a Dios sobre todas las cosas? Tus hechos son los que deben decirlo más que tu boca. Si no es así, no creo que sea malo, no creo que seas culpable de nada. Pero la próxima vez que te lo pregunten diles: “Me encantaría que así sea, por eso estoy intentándolo. Pero francamente amo más a mi esposa, a mis hijos, a mis cosas materiales, a mi fama o lo que sea.” Es más duro de decir, pero es más honesto.
Te dejo pensando en la culpa y cómo esta ha hecho que seas lo que el poder ha querido que seas. Recibe un abrazo y hasta la próxima.
viernes, 12 de junio de 2009
Gracias por las críticas.
Agradezco a las personas que han escrito sus comentarios en mi página. He publicado todos salvo dos: el último de César Rodríguez y el último de Arián Fernández. En ambos casos el sistema no me dio la opción de “publicar” que suele aparecer al final de cada artículo. Les invito, si consideran necesario, que anexen nuevamente la última parte de sus comentarios. Muy valiosos.
Quiero agradecer a las personas que están de acuerdo y también a las que no. En ambas hallo sabiduría y no podía ser para menos. Dejé de creer en las verdades universales, aunque ciertamente me gustaría y me convendría que existan, y ahora creo firmemente en las verdades particulares. Estas me llevan a defender MI PUNTO DE VISTA. Esas mismas verdades les han llevado a ustedes a defender el SUYO PERSONAL. Y para esto quisiera ponerles un ejemplo dialéctico:
Está una conejita en el bosque. Es una hembra y tiene crías que alimentar. Para esto sale de su madriguera en busca de comida y en su búsqueda es atrapada por un lobo y descuartizada. La imagen raya en lo grotesco. Para un niño pequeño aquí hay un malo: el lobo. Para un biólogo hay un proceso natural: la supervivencia. Para un cazador hay una lucha: la ley de la selva. Para una madre hay un sentimiento: impotencia. Para un maestro hay un ejemplo: así es la vida. Para un libro hay una dedicatoria: “la dicha de unos es la tristeza de otros…” en fin.
El mismo hecho suscitó varias interpretaciones. Pero la pregunta entonces sería: ¿por qué es que todos no vieron lo mismo? En el caso de la religión, los deportes y la política la cosa es muy parecida. Un cristiano hace el bien al orar por las necesidades de otro. Un humanista sabe que la oración que no va acompañada por la acción a favor del desprotegido no sirve de nada. Un budista tal vez llegue a ver en esta necesidad un aprendizaje.
El mismo Cristo, la misma Biblia, muchas denominaciones. El mismo país, la misma problemática, muchos partidos políticos. ¿Somos malos los que pensamos diferente? No. ¿Son buenos los que piensan en lo que tu que estas leyendo este artículo piensas? No necesariamente.
No dudo ni por un instante en la existencia de Dios. Siento a Dios en cada sonrisa y en cada segundo. El no desperdicia nada y me ha ido formando de “coincidencia” en “coincidencia”. Dios me preparó para este momento así mi crítica te haga pensar que estoy lejos de Él.
Este artículo no buscaba hacer una crítica a Dios porque no estoy a su nivel para hacerlo y no es mi tarea tampoco. Tenía el objeto de explicar y luego corregir el curso. Hay un comentario de una amiga de Latacunga que me dice que ella está completamente segura que volveré a los pies de Cristo. Hay los que me dan consejo y los que me queman por anticipado en el infierno. ¿Qué pasará? No lo sé. Puedo hablar por el día de hoy porque es lo único que tengo.
Hoy tengo un mensaje que darte a ti que estás leyendo esto. Creo haber descubierto el por qué estamos aquí. ¿Sabes cuál es tu propósito en la vida según esta mi investigación vivencial? Pues no es otro que el que seas feliz. Dejemos de lado por un momento nuestras creencias religiosas, políticas o futbolísticas que lo que han contribuido es para separarnos antes que unirnos. Ahora si. Si tu eres feliz la gente a tu alrededor lo será también. Tu haces “milagros” de felicidad en los demás. Tienes el poder de que tu hijo salga con una sonrisa de la casa o que el controlador del bus tenga un mejor día. Tu tienes el tus manos el poder de hacer que haya menos contaminación, menos mal trato, menos hipocresía, etc. Tu tienes ese poder. Basta de delegarlo a algo o a alguien. Los políticos crearon a la oposición que es el basurero donde lanzan sus insultos y la religión creo al diablo que es donde abandonan sus responsabilidades. Tu y yo tenemos la obligación y el derecho de ser felices. Vive la vida sirviendo al que necesita y ni por un segundo se te ocurra pensar que no vale la pena porque hay muchos, o porque necesitan mucho… si solo 1000 personas leen esto y están de acuerdo con empezar, el mundo cambiará y tendremos esperanza.
Si yo solo salgo a la calle y le doy 5 centavos al padre de familia que por no conseguir trabajo tiene que vender en el bus… no pasa nada. Pero si los 1000 le damos 5 centavos son 5 mil centavos (50 dólares). Hay que empezar a CREAR oportunidades. Todos tenemos esa capacidad.
Finalizo agradeciéndoles, pidiendo disculpas a Arián que me dice que “ojalá le conteste porque cuando me ha pedido consejo antes no le he respondido”. Hay una canción linda que se canta en la misa del colegio San Gabriel que dice: “Ayuda al hermano necesitado porque mañana ya no te necesitará” Creo que es cierto Adrián. Por eso te pido disculpas pero me consuela saber que uno de los filósofos que admiro mucho que es Deepak Chopra dice: “Lo que no es de ser no será”. En “cristiano”, Dios sabe como hizo las cosas. Recibe un fuerte abrazo de mi parte.
jueves, 11 de junio de 2009
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