domingo, 5 de julio de 2009

La grada y los milagros




Mi vida se ha convertido en un cúmulo incesante de milagros. Todos los días me pasan cosas raras de las cuales no hago más que maravillarme. Todo empezó con la lectura de un libro de Deepak Chopra: “El libro de los Secretos”. Para los fundamentalistas, este autor será del diablo… para los creyentes es otra de las señales que Dios nos pone a lo largo de la carrera para saber hacia donde debemos correr.

Realmente creo que no hay coincidencias sino propósitos. Tuve una revelación hace más de un año. En esta comprendí que para buscar a alguien dentro de un tumulto, la mejor forma en subirse en algún lugar más alto. Si, para mi fue una revelación, tal vez para ti sea obvio. Pues bien, empecé a aplicar ese concepto en mi vida personal. Vi, en mi revelación, un gran estadio y un montón de cabezas. Tenía que encontrar a alguien en especial así que me subí en una grada alta desde donde mi visión cambió radicalmente. Desde la planicie solo sentía empujones y no sabía para que lado me llevaba la marea de gente. Pero desde arriba sabía que todos iban hacia una puerta que desde abajo no se veía. Pero lo más sorprendente era que desde arriba se veía otra puerta que no estaba tan saturada de personas pero la gente de la planicie no podía verla.

En mi vida personal aprendí a subirme en la grada cada vez que no entiendo algo. Ayer, por ejemplo, tenía una reunión a las 3 de la tarde. Me pidieron con anticipación que fuera puntual y eso hice. Comí temprano para tener incluso un tiempo para caminar después del almuerzo y digerir mejor mis alimentos. De pronto, recibí una llamada telefónica en que la persona con la que iba a encontrarme me dijo que ya no podía a las 3 sino a las 4. Me pidió mil disculpas y retrasó todo mi horario una hora. Antes me hubiera molestado y hubiera argumentado la falta de respeto al tiempo ajeno y la indelicadeza. Hoy más bien me dio alegría y me subí a la grada. En ella me envolvió un sentimiento de paz. Algo quiere Dios de mi en esta hora hueca. Tal vez que hable con algún amigo, tal vez que reflexione sobre algún asunto en particular o tal vez que me duerma y descanse, ¿por qué no?

Cinco minutos después me llamaron de un nuevo estudio de grabación al que nunca había ido y me dijeron: “Matías, tenemos que grabar contigo. Te pagaremos enseguida (cosa que en mi negocio no se da) pero tendrás que venir hoy a las 3. ¡No podía creerlo! Estoy seguro que si me hubiera molestado, esta oportunidad no se hubiera presentado. Aprendí a subirme en la grada y a agradecer por todo. El Dios de amor que me puso a escribir esto te puso a ti a leerlo. ¿Por qué? ¿Para qué? Tal vez para que empieces a agradecer por esos que llamas problemas. Quisá para que aprendas a ver cada crisis como un escalón que te permite ver mejor el panorama.

Amigo, amiga, el escalón que te invito a subir desde ahora en adelante es el del agradecimiento. Cada cosa “mala” que te pase es un motivo para agradecer. Esa cosa “mala” tiene un propósito bueno. No te das cuenta porque estás en la planicie. Súbete al escalón agradeciéndole a Dios (no importa cuál sea tu religión) por esa maravillosa oportunidad. Vive el milagro de entender que no eres tu quien maneja tu vida. Que nada se mueve por casualidad sino por causalidad. Que las hojas de los árboles no se caen por accidente ni que su fruto se pudre en el suelo por equivocación. ¡No, al contrario! Sin ese proceso los insectos y las aves no se comerían las semillas y no las fertilizarían para que nazca un nuevo árbol. Es decir, NADA SE DESPERDICIA. ¡Nada!

Esa historia que te contaron que te “quitó el tiempo” fue para algo y por algo. No seas pretencioso al pensar que le hiciste el favor de escucharle a quien te la contó porque el favor fue mutuo. Tu necesitabas escucharla, por eso te la contaron, caso contrario, tenlo por seguro, nadie te la hubiese contado. Lo mismo pasó con el accidente que tuviste, con la separación de tus padres o de tu pareja, con la muerte de tu hijo o de tu amigo, con tu discapacidad, etc. No pasaría si no fuera necesario. Pero frente a eso hay dos opciones: la primera es renegar contra Dios, contra tu suerte o contra la vida; y la segunda es subir la grada del agradecimiento y esperar que se manifieste el propósito divino que empezó antes de que nacieras y seguirá con o sin tu comprensión y aprobación.

¿Por qué estás leyendo esto? ¿Para qué? Ten por seguro que las personas que no necesiten esto no lo leerán. Fue hecho para ti y por ti… así tu y yo no lleguemos a conocernos jamás.
Matías Dávila 2010, Todos los derechos reservados. Quito - Ecuador - Suramérica