sábado, 9 de marzo de 2013

Zapatero a tus zapatos.



Uno de los grandes problemas del desprestigio de religiones y partidos políticos, tiene que ver con su insistente necesidad de tener la “única verdad” y creer tener el deber de decirla. Si las religiones se dedicaran a los suyo y los políticos a lo suyo, seguramente les creeríamos más.

Por qué tendríamos que aceptar la argumentación sobre la homosexualidad, sobre la economía, sobre el uso de anticonceptivos o sobre el destino político de un país, venido de un pastor o un cura en un púlpito. Pero del otro lado las cosas son iguales o peores. Por qué debemos dejar que un partido político norme nuestras conductas morales.

El despropósito de ambos lados los ha hecho caer en un panorama desolador. ¿Cuántas personas van a la iglesia?, eso por un lado. Por otro, si el voto no fuera obligatorio, ¿cuántas personas acudirían a votar? Pocos son los que les creen. Cada día tienen menos adeptos en proporción a sus esfuerzos. Es decir, sí, la iglesia sigue creciendo, pero cuando hacemos la evaluación de cuántos se fueron nos damos cuenta de que metieron a 10, se fueron 7 y luego con un esfuerzo de marketing metieron a 9 más. Aparentemente han crecido: empezaron 10 y ahora son 12, pero el costo real es un secreto o simplemente no ha sido evaluado.

En el caso de los partidos políticos basta con que llegue una elección para darnos cuenta quiénes son. Muchos son auténticas minorías de minorías. No representan más que a sus propios intereses económicos. La gente lo sabe y ellos lo saben. Creen llevar ese mensaje “salvador” al pueblo y la gente lo que ve es el oportunismo de siempre.

El ejercicio de la política y la religión deben ser eso. El momento en que los transformamos en negocios, perdemos credibilidad.
Matías Dávila 2010, Todos los derechos reservados. Quito - Ecuador - Suramérica