domingo, 9 de agosto de 2009

La plata no es la felicidad pero, ¿ayuda?


Ayuda a pagar las deudas que no existieran si no hubiera plata. Ayuda a comprar los zapatos de marca que te hacen “feliz” cuando les enseñas a tus amigos, competencia absurda que no existiría sin plata. Ayuda a impresionar a gente que no conoces pero que si no existiera el poder, no necesitarías impresionar. Ayuda a ponerte nalgas de plástico y senos acrílicos que no son sino una más de las estupideces del glamur y la ridícula aceptación social que nos trajo la plata. Ayuda a que las mujeres se fijen en uno, en un mundo donde más que el ser humano importa la plata… en fin. Visto así, claro que ayuda.

Cada cosa que hacemos responde a un “por qué” filosófico. No utilizamos la taza del baño en vez de la maseta del patio porque es más bacán… ¡NO! La utilizamos porque nuestra cultura prioriza la higiene y el servicio higiénico es un invento que se popularizó y avala ese trabajo. Así mismo todo lo demás. Las cosas vienen de un “por qué” y la respuesta de ese “por qué” es la que nos da luces para saber que nos estamos desviando. Voy a citar varios ejemplos cotidianos para que te des cuenta de que el occidentalismo consumista nos está distorsionando la forma de pensar.

La Iglesia
Cuentan los “Hechos de los Apóstoles” que la comunidad cristiana primitiva era desprendida de los bienes materiales y que los que tenían algo vendían sus bienes para dar a los que no tenían nada. Hoy, en la iglesia en general, se habla de la filosofía cristiana en dos secciones: la una es la referente a todo lo que no tenga que ver con dinero; y la otra es aquella donde interviene el vil metal. Así, el pastor o el sacerdote nos hablan de los valores que nunca pasarán de moda: honestidad, verdad, pulcritud, responsabilidad, etc. Dicen que esto fue lo que Cristo nos enseñó. Pero al llegar al desprendimiento, parecería que utilizan otra Biblia. El 99% de pastores y sacerdotes no tienen las agallas para predicar sobre el desprendimiento. No tienen el coraje para formar sociedades que no giren en torno al dinero como lo cuenta la Biblia. Saben que el rato en que dicen una verdad como esta: “se les acaba el negocio”. Es cuestión de ir a una iglesia evangélica o católica “aniñada” y ver como se pasean vergonzosamente las marcas más caras en un desfile de modas inmundo. Dentro de los templos se ven las “bendiciones” y fuera de los templos las “contradicciones”. Eso fue lo que hizo la plata. Creo a oportunistas que predican idioteces separatistas en vez de mensajes de unidad. Las iglesias necesitan hoy más dinero que nunca. Hay que levantar estructuras, hay que pagar al pastor, hay que comprar carro para la misión, hay que bla bla bla. Pero fuera está el hambre que poca o ninguna esperanza tiene en el fariseismo barato. Si no me crees constátalo.

Los matrimonios
Los matrimonios, los bautizos, los cumpleaños y todos nuestros eventos sociales cumplen una función filosófica especial. Los matrimonios tienen el propósito de unir a una pareja por acción de la ley o la religión. ¡Este es su propósito! El bautizo tiene el objetivo de iniciar a un niño o un adulto dentro de la fe religiosa. Los cumpleaños son fechas donde recordamos que nacimos y que cumplimos un año más de vida. Pues bien. Hasta ahí no hay problema. El lío viene cuando el capitalismo consumista arrasa con los propósitos y nos impone “costumbres” que despiertan hábitos de consumo. Por ejemplo: ¿No les parece ridículo que un evento íntimo como el matrimonio, hoy se matice con una lista de compras que los novios envían a sus invitados? ¿No es ridículo? Es una indelicadeza absurda que para invitarte a un matrimonio te envíen una cuenta bancaria. Qué pasaría si tu llegas al matrimonio con una artesanía que hiciste a mano que simboliza el amor perecedero. Pues nada, esa es una idiotez para el consumismo y seguramente serás visto, o como avaro, o como pobretón. Los dos son desprestigios típicos de la sociedad de consumo.

Veo con regularidad a parejas gastando comida equivalente a 35 dólares por invitado. Dios mío, ninguna de esas parejas son petroleros ni mucho menos. Son clase media como yo. Los matrimonios son pesadillas que llegan a costar 5, 10, 15 20 mil dólares y me encuentro con parejas que cinco años después de la boda siguen pagando esa noche. ¡Eso es ridículo!

Las mujeres me ven como muy poco romántico y pueda que lo sea. Pero yo en cambio los veo a hombres y mujeres que se prestan para ese “pretexto de compra” como ilusos. ¿Acaso no hay necesidades más grandes dentro de quienes nos rodean, como para desperdiciar el dinero en banalidades como los matrimonios y sus regalos?

El consumo del agua
Tuve la oportunidad de ir a Loja, ciudad de la que me siento hijo, y ver en una oportunidad un sinnúmero de autos sucios. Nadie lavaba los carros y esto era un descrédito -a mi juicio- contra los que yo consideraba los ecuatorianos más intelectuales del país. En la primera oportunidad que tuve me quejé frente a un grupo de estudiantes universitarios y ellos, entre con paciencia y burla hacia mi desproporción, me dijeron: “Mira, en Loja no hay agua. Aquí el que lava el carro en medio de la escasez es mal visto” ¡Dios mío! Era tan sencillo como eso. Si no hay agua para tomar, lo más lógico es que no haya agua para lavar el auto. Pasaba sobre el discurso de poder pagar por el servicio o no.

De todos modos la bambalina que tenemos por filosofía de vida nos dice que no importa cuánto gaste de lo que sea… si yo tengo dinero para pagarla pues ese es problema mío. Y dentro del mismo criterio podría enmarcar la madera, el aire, la cultura o lo que quiera.

Conclusión
El dinero no tiene un “punto medio” hasta que le ponemos. Antes de tener yo puedo anticipar que trabaje en lo que trabaje, no quiero ganar más de 1000, por ejemplo. Esto hará que cuando gane 2 mil sepa que mil están de más y pueda compartirlos y no atesorarlos. Cuando uno es pobre uno busca “aunque sea un carrito que ande” pero cuando el banco nos abre posibilidades para endeudarnos, el carrito que ande debe ser de la casa. Hay que poderle un punto medio al dinero antes de que el dinero se apropie de lo mejor que tenemos como seres humanos que es la capacidad de dar amor.
Matías Dávila 2010, Todos los derechos reservados. Quito - Ecuador - Suramérica