viernes, 29 de enero de 2010

¿Somos nosotros?


Enfrentados como estamos los unos contra los otros. Odiándonos hasta donde sonreírnos, matándonos con un apretón de manos y doscientas palabras de relleno que bien podrían decir totalmente lo contrario. Ahí estamos. Aborreciéndonos y juzgándonos en un vaivén de miradas asesinas, en un suicidio colectivo donde los que no mueren matan. Ahí estamos enfrentados por cualquier estupidez por relevante que parezca. Ahí estamos quitándonos la comida de la boca para figurar en las fotos, ofertando dinero para forjar imagen pública, palmeándonos las espaldas para llenarnos de adeptos… ahí estamos. Felicitándonos en manada por méritos invisibles, cortejándonos la flacidez, elogiando el mal gusto, fingiendo admiración por inercia. Estamos listos para cumplir con nuestro papel de aves de presa, somos hábiles depredadores sedientos de sangre, de gloria. Ahí estamos aunque cuando uno camina por la calle parecería que no estuviéramos.

Estamos detrás de la máscara, del vidrio, del aplauso. Estamos en forma de amigos, de esposos, de amantes, de familiares. Estamos sujetos a nada. Nuestra norma es la supervivencia y procreamos víctimas y monstruos. Los unos se comerán a los otros pero son las víctimas las que más hambre acarrean. Los muertos nos se entierran, se exhiben como trofeos de un combate tácito.

Ahí estamos agazapados en posición de ataque. Esperando que alguien se descuide de la presa, esperando que con la tarde también caiga la competencia, porque nos quedaremos solo los más fuertes, y seremos nosotros los conquistadores. Ahí estamos, más astutos que antes, más bárbaros. Ahí estamos.

lunes, 25 de enero de 2010

El comboy de mi tristeza


Todos salieron en comboy: los sueños, los versos, los besos, los orgasmos, los recuerdos, los gritos de auxilio, las lágrimas, los llantos en silencio, los chistes, las confesiones, los primeros de enero, los 29 de mayo, los mensajes al celular borrados, los granos de café, los cielos abiertos, los aterrizajes forzosos, los árboles, las nubes, los fantasmas del pasado, las iglesias, los escondites, las recargas que te regalaba, los montones de saliva desperdiciada en llevar vidas paralelas, los helados, los libros de Chopra, los caminos que no llevan a ninguna parte, los escándalos, los golpes, las fiestas, la moral, la palabra de cuatro letras a la que toreamos, los versículos que no leímos, la amistad que nos profesamos, el amor que pisoteamos, el Rodeo blanco que te hacía sentir señora, la carroza fúnebre donde me vi paseando, el elefante que fue a dar en la basura, el collarcito caro, el collarcito barato, la blusa con la que conseguía, las palabras con las que yo no conseguía nada, la ilusión, el recato, el ahorro, el terremoto, la colección de fotos, el revistero, el atropello, el derecho, la virtud, el spaguetti, el sueldo fijo que me separa del éxito, la gordura, la mediocridad que me viste de colores, la tormenta, las campanas, las cervezas, las llamadas, el menisco, el pellizco, las mojas, los hijos, los deberes, las lecciones que nadie revisó, los exámenes que se jaló, los autobuses que dejaste de tomar, el perfume que te hace culpable, el tabaco, la playa, la sordera y mi confianza. Todos salieron en comboy y no dijeron a donde iban.
Matías Dávila 2010, Todos los derechos reservados. Quito - Ecuador - Suramérica