jueves, 7 de enero de 2010

Cuando hablar es reiterativo


Cuando las palabras no dicen nada lo tendrán que hacer los silencios. Cuando las palabras se sofoquen en torpes ruidos inentendibles, será la calma la que tome la batuta de la orquesta. Cuando yo te diga lo que no entiendes y te busque en la ausencia de tus frecuentes desapariciones, ese día sabrás que estuve siempre ahí así no me hayas visto. Y es que fui tu espalda, tu codo, tu nuca… fui el que estuvo ahí así haya pasado desapercibido.

Cuando la tormenta deje de azotar mi primero de enero, en ese momento te miraré a los ojos y te diré: “lo logramos”. Como el soldado que pretende cantar victorias antes de pelear; o como el corredor que celebra el triunfo antes de su carrera. Así de irónicas y patéticas son mis escenas póstumas con las que quiero enterrar la avalancha de recuerdos, deducciones y suposiciones.

Cuando las palabras son una hilera torpe de sonidos es cuando hablan las manos, los ojos, las ausencias y este papel que aguanta todo. Cuando las palabras se van de la boca para posarse atrevidas sobre las inconsistencias uno preferiría que nunca hayan aprendido a volar. Cuando las palabras enamoran y luego hieren son cuando realmente se valoran antes de salir de la boca. Cuando las palabras se caen al piso y se rompen como vajilla fina, como la luna cuando se rompe en las ondas del agua, uno sabe que ya no valen para nada.

Cuando las palabras salen de la boca del desprestigio o de la boca del adulterio, pueden ser tranquilamente sembradas en el patio trasero del infierno. Cuando te dije que te amaba estaba loco… no era cierto. Hoy esa locura se ha ido regando por el cuerpo como tumor maligno. Me recorre, me intimida.

Cuando las palabras dejan de ser palabras la vida también se detiene para replantear la jugada. Jaque mate, una mentira más una palabra menos.

2 comentarios:

Marga dijo...

las palabras muchas veces están de más cuando las acciones lo han dicho todo, sólo hacen obvio lo evidente. Aunq no en la misma situación, entiendo q ahora todo es ruido, todo abruma y todo asusta. Poco a poco se tiende a bajar el volúmen y va apareciendo el YO...aprende a escucharlo. No desesperes, aparecerá.

Sebastian Valdivieso dijo...

amigo tengo 16 años pero no sabse como admiro todas tus reflexiones. gracias por esas ideas tan sabias.

Matías Dávila 2010, Todos los derechos reservados. Quito - Ecuador - Suramérica