viernes, 5 de febrero de 2010

Mis enemigos


Se levantan contra mi mis enemigos: la duda, el odio, la inestabilidad, la suposición. Todos. Empiezo mi lucha con una estrategia: no pensar. Luego veo los flancos donde mi oponente es débil y despliego mis tropas. Veo que la duda no se basa en la verdad y que la suposición es realmente quien la alimenta, quien la provee. Entonces, en un movimiento de laboratorio, dejo de suponer por propia voluntad. Pero, ¿me interesa saber la verdad para dejar de suponer? No. Tengo un reto y es vivir el futuro y no el pasado, porque sobre el futuro tengo poder, sobre el pasado no. Luego, aniquilado un frente, establezco mi primer fortín. Despliego aquí mi aparato de comunicaciones. Decido que todas las comunicaciones deben pasar primeramente por la verdad que decidí aceptar: vivir feliz en el presente y el futuro, en este esquema la duda y la suposición perdieron su asidero.

Una vez levantado un frente, el enemigo no parece tan devastador como se veía antes de arriesgarme a desembarcar. Ahora el odio es el siguiente blanco. Pienso… el costo con que el odio despliega sus tropas y moviliza sus recursos es alto. El estado normal del individuo es la paz, no la guerra. Por eso para odiar hay que hacer esfuerzo. Aprovecho esa información para atacar el odio con la inercia. No hago nada y postergo mi venganza para mañana. Recuerdo que los ganadores se hacen hoy y que los perdedores se hacen mañana. Por eso dejo postergado el odio. ¡No lo destruyo!, lo postergo, que para el es peor porque se mueve por emociones inmediatas y no por la frialdad de la lógica. Lo engaño, él cree que es fuerte al seguir ahí, pero al no actuar se convierte en nada.

La inestabilidad al verse sola, empieza a atacar con todo su arsenal, como que quisiera ganar la guerra en un solo día. Me dispara con lo mejor que tiene: recuerdos, comparaciones y motivos. Sufro varias bajas tratando de entender su estrategia. De repente, entiendo que estoy jugando en su terreno y ella va demasiado rápido para combatirla con lo que tengo. Primer paso entonces, retroceder. Debo planear antes de actuar para que cada movimiento mío no me signifique más vidas y menos resultados. Una vez detrás de mis barricadas, me doy cuenta de que la inestabilidad se mueve por mis pensamientos. Si no pienso no se puede mover. Por eso decido, YO DECIDO que anulo cada pensamiento que quiero anular. Lo logro pensando inmediatamente en cualquier otra cosa. Al ocuparme e involucrarme en cualquier otra actividad gasto energía y genero nuevas experiencias. Parecería que la inestabilidad es muy fuerte porque puedo ver sus tropas de pie rodeándome al filo de la montaña. Lo que mi angustia no me ha dejado ver es que detrás de los que veo hay bajas todo el tiempo. En otras palabras, lo que realmente veo es una ilusión. Se debilita lento y es el tiempo el que me ayuda a reagruparme. Pero poco a poco me voy dando cuenta de que en su frente quedan huecos que no se llenan… ya no tiene con qué llenarlos. Voy derrotando a mis enemigos. Gracias Dios por no dejarme.

1 comentario:

Saulo Ariel dijo...

Interesantes reflexiones Don Matías.
En efecto, algunos de nuestros recuerdos, percepciones, intereses, afectos, tabúes y prejuicios, etc., son nuestro peores enemigos.
Pero, de tus reflexiones matiasianas me surgen algunas preguntas: ¿cuál es tu verdad, con la cual pretendes enfrentar tus demonios? ¿Aquella "verdad", acaso, es tu felicidad y la consecución de tus intereses presentes y futuros? Pero, ¿son tus intereses verídicos y válidos o simplemente el fruto de imposiciones que eres incapaz de percibir o enfrentar, debido a tu inestabilidad?
Señalas que renuncias al odio y haces bien, pues como dice el chavo del ocho : "el odio no es bueno, mata el alma y la envenena". Y si lo dijo Chespirito por algo será.
Pero, hablas de postergar la venganza infinitamente hasta que según tú, se pierda en el pasado. Pero Don Matías olvidas que la venganza del mañana, será mañana la venganza de hoy, y ésta a su vez será el odio de mañana, y así "sustantivamente", como diría el chavo.

Matías Dávila 2010, Todos los derechos reservados. Quito - Ecuador - Suramérica