martes, 23 de noviembre de 2010

¡Juego de niños!


Oigo con cierta molestia la expresión “Juego de niños” cuando la gente quiere referirse a cosas sencillas, fáciles. Pues deben ser los juegos de niños de algún idiota porque recuerdo que MIS juegos de niño eran verdaderas conflagraciones donde más de uno terminaba, sino herido, por lo menos raspado.

Pero es que hasta jugando a las “barbis” con mi prima Paola, recuerdo que terminaba malherido. Si no me caía el “quen” en la cabeza, me caía el “jip” de “barbi”; y si no pues simplemente me caía yo en un intento por hacer que la “barbi escaladora” hiciera un rapel desde la ventana de la cocina.

Los juegos de niños en mi época eran al aire libre -excepto el papá y la mamá que se jugaba cuando llovía-. Todo giraba en torno a una irrefrenable necesidad que tenía de subirme, treparme, golpearme, amarrarme… Los niños jugábamos a saltar, a asaltar, a construir, a investigar. No habían juegos de video: el mundo era nuestro campo de juego.

Los más sanos jugaban a cosas ya establecidas: fútbol, rayuela, congeladas, en fin. Los menos convencionales en cambio, jugábamos al “rapto” del Apocalipsis; a la guerra de Angola (y ni siquiera sabíamos dónde quedaba eso); o a hacer combinaciones químicas para cambiarle el color al pelo de algún incauto que se metía a jugar con nosotros.

¿Juegos de niños? Cuando los recuerdo se me estremece la quietud. ¡Que lejos se quedaron!

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Matías Dávila 2010, Todos los derechos reservados. Quito - Ecuador - Suramérica