miércoles, 20 de octubre de 2010

Mamá, de grande quisiera ser “político”




Mientras la ciudadanía se va “asqueando” cada vez más de los políticos y sus prácticas, un grupo de jóvenes le ha apostado a la ingrata y mal vista ocupación de ser político y hacer política. El fenómeno es nacional. Para algunos, Correa sepultó a los partidos políticos. Para mi criterio ellos se sepultaron solos con sus redundantes y mediocres actuaciones circenses que, fuera de hacer reír a nadie, nos hicieron llorar a muchos.

En esta nueva camada, como no podía ser de otra manera, viene de todo: los que piensan, los que hacen y los que estorban. Estos últimos en un número no tan significativo como en los memorables años 80 y 90.

Pero si vale la pena hacer un mea culpa al hurgar por el basurero para sacar algún nombre que valga la pena mencionarse. Finalmente nosotros somos los que votamos por ellos. Somos corresponsables de la catástrofe. Estas nuevas figuras, para recordar cariñosamente a León Gieco, no tienen la experiencia de robar ni de mentir… Estas dos “virtudes” para nuestra vetusta clase política, eran requisito indispensable en el curriculum vitae.

A los nuevos baluartes ya no los trae al mundo el veterinario, vienen de procesos de democratización de oportunidades y de un hastío generalizado hacia que una salvaje bandada de carroñeros, que hacía y deshacía con nuestros sueños y nuestras esperanzas. Los nuevos políticos ya no salen a jugar al patio con la venia de los viejos líderes. Salen casi por necesidad. Es que en el país tal y como estaban tiradas las cartas, para optar por los cargos de poder, había que esperar que los eternos herederos de las “coronas” se mueran o por lo menos se retiren con diagnósticos de Alzheimer. Uno ya murió, el principal. El resto está en una lenta y larga agonía que nos recuerda a la “Metamorfosis” de Kafka.

Este artículo trae una veta visible de dolor. Me alienta saber que una María Paula Romo o un César Montúfar nos dan razones para el debate y no emociones para el voto, como en su tiempo -repudiablemente- nos las dieran Abdalá Bucaram o León Febres Cordero en las más orgásmicas de sus intervenciones.

Como joven político termino este artículo recordando una de las lapidarias sentencias del Presidente Arosemena: “La crisis de este país se soluciona con dos cientos funerales de lujo.” Que Dios bendiga a cada joven que opte por ponerle el pecho a las balas con el maravilloso sueño de hacer un país mejor. Amén.

3 comentarios:

Bienvenidos dijo...

Que más Mati, estoy seguro que la nueva generación de políticos hará algo nuevo por este país pero, lo malo es que muchos jóvenes políticos están siendo influenciados por los viejos actores de la escena política de el país y eso es preocupante y peligroso.
Diego Arias.

Dan dijo...

Genial Mati, muy de acuerdo con lo dicho. Ya esperabamos mas posts tuyos. Dios te bendiga man.

Anónimo dijo...

yo si le dije a mi mamá esa frase. ya no.

Matías Dávila 2010, Todos los derechos reservados. Quito - Ecuador - Suramérica